La medicina estética, de tabú a tendencia: el cuidado que ha llegado para quedarse
- ifernandezarencibi
- 4 jul
- 3 Min. de lectura
Actualizado: hace 16 minutos
La primera vez que me hice un tratamiento con neuromoduladores tenía 25 años. Veinticinco. ¿Reacciones?“¡Pero si no tienes arrugas!”“¿Estás loca? ¡Eso es para después de los 40!”“¡Te vas a quedar con la cara congelada!”
Yo sonreía (con todos los músculos aún libres de toxina) y respondía:“Precisamente por eso. Porque quiero seguir así.”
Spoiler: la prevención es la clave.
Me lo hice unos meses antes de mi boda. Estaba ilusionada, sí, pero —ahora que nadie nos escucha— también un poquito asustada. A pesar de trabajar en este mundo y ver todos los días resultados naturales y preciosos, me asaltaban los miedos clásicos:¿Y si no me reconozco? ¿Y si pierdo mi expresión? ¿Y si termino con cara de susto?
La realidad: nadie notó nada.Hasta que yo lo contaba.Porque el mejor resultado es ese: cuando te dicen que te ves increíble, pero no saben por qué.
Desde entonces, no solo lo recomiendo desde mi experiencia profesional, sino también desde lo personal. A mis amigas, a mi prima, a quien quiera escucharme: si vas a hacerlo, hazlo bien, con alguien que entienda tu rostro, respete tu expresión y trabaje con cabeza (y buen gusto).
Ahora llevo un tiempo sin infiltrarme —entre embarazo, postparto y el caos general de la vida— pero ya tengo fecha. Y no puedo esperar.
Así que si un día me ven tumbada en una camilla con cara de felicidad mientras me infiltran neuromoduladores, no me molesten.Estoy exactamente donde quiero estar.
Como enfermera, (y como paciente), he podido observar de primera mano la evolución de la medicina estética en los últimos años. Lo que antes se consideraba un lujo o incluso un tema tabú, hoy en día forma parte de la conversación cotidiana. Cada vez más personas normalizan y comparten sus tratamientos con la misma naturalidad con la que hablan de ir al gimnasio o a la peluquería.
Esta transformación responde a un cambio cultural profundo: cuidarse se ha convertido en una prioridad, en una forma de autocuidado que va más allá de la apariencia. Vivimos en una sociedad donde la imagen personal influye, pero también en la que entendemos mejor la importancia de sentirnos bien con nosotros mismos. Y la medicina estética aporta precisamente eso: confianza, bienestar y, en muchos casos, una mayor calidad de vida. Cuando escuchamos medicina estética, muchas veces lo primero que nos viene a la cabeza son labios gigantes, pómulos inflados y caras sin expresión. Pero la realidad está muy lejos de eso (o al menos, debería estarlo).
Hoy la medicina estética está cambiando, y cada vez se enfoca más en algo mucho más interesante: la regeneración. Es decir, en ayudarte a que tu piel se vea mejor, más sana y natural, sin cambiar tu cara ni convertirte en otra persona.

No se trata de tener “labios Kardashian”
Olvídate del mito de que todo gira en torno a los labios. La medicina estética bien hecha va muchísimo más allá:
Corrige pequeñas asimetrías del rostro para que todo se vea más armonioso.
Previene y trata arrugas antes de que se marquen del todo (sí, más vale prevenir que rellenar).
Mejora la textura y el tono de la piel, eliminando manchas y aportando luminosidad.
Revitaliza con tratamientos como vitaminas, radiofrecuencia, skinbooster, inductores de colágeno…, que hacen que tu piel se vea descansada y más fresca.
Redefine el rostro sin cirugía con técnicas mínimamente invasivas como los fillers de ácido hialurónico, neuromoduladores, bioestimuladores…
La clave: verte bien, no diferente
La medicina estética ya no es solo una moda pasajera: es un recurso que nos ayuda a sentirnos mejor, con mayor seguridad y satisfacción personal, y que forma parte de un estilo de vida saludable. Y desde Atexá, seguiremos impulsando esta visión con rigor, ética y profesionalidad, para que el cuidado de la piel sea tan natural de comentar como un nuevo corte de pelo o una rutina de entrenamiento. Les dejo que me toca a mi cuidarme, Atexá
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